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David Lurie es un anciano de 52 años. Tiene un trabajo que lo aburre, una soledad que parece buscar, pero en la que se siente infeliz, y una vida sexual rutinaria, cómoda, predecible, que tampoco lo satisface plenamente. Por encima de todo, transmite miedo, pánico a envejecer, sin darse cuenta de que ya lo ha hecho, prematuramente, con tan sólo 52 años.
La novela me pareció un poco aburrida, en la etapa universitaria. Estaba a punto de dejar el libro, cuando todo cambió. El protagonista, por motivos que no terminé de entender y que, más bien, me parecieron de una tozudez infantil y floja, llena de dejadez disfrazada de principios, deja su trabajo, y se va a vivir con su hija a una granja en medio de la Sudáfrica rural. Y empieza la pesadilla. Racismo, violencia, frustración, resignación, vacío... y soledad de nuevo.Una soledad que lo acompaña donde quiera que vaya, porque la lleva consigo.
Me impactaron la historia y el lenguaje, no sólo de la narración, sino de los mismos hechos, que hablaban de desesperanza y hastío. Un 8.
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